martes, 13 de octubre de 2009

Cantos para Germán Lequerica

-¡Me lo prometiste! – replicó la fémina.

El vate, a la vez que esbozaba una leve sonrisa con los ojos, entre seria y divertida, le respondió tranquilizante: – Ya se que te lo prometí china, y voy a cumplirlo. Palabra de Poeta.

Era la noche del viernes 10 de septiembre de 1999, pasadas las diez, en que la poetisa amazónica
Sui-Yun sin saberlo realizaba su penúltima visita al poeta Germán Lequerica.

Germán, te comento que estoy preparando la publicación de una plaqueta en una edición bilingüe alemán-castellano en Wiesbaden (Alemania), ésta tendrá por título Cantos para el Mendigo y el Rey y... Germancito, muchas veces te pedí que escribieras un poema para mí, y me prometiste que sí lo harías, entonces tienes que hacerlo ahora en este momento, para publicarlo en mi plaqueta, pues mañana me regreso a Alemania – sentenció Sui Yun.

A Germán no le molestaba que lo presionen de esa manera, al contrario le encantaba, pues sostenía que cuando los creativos estamos bajo presión fluye mejor nuestra inspiración y nos volvemos energéticamente productivos, atrayendo magnéticamente el infalible auspicio de las musas. Esa era uno de sus formas preferidas de motivar. El hacía lo mismo con los dibujantes del Grupo Oruga de Acción Cultural en los años ’85 a ‘90, para apurar la ilustración de los cuentos para niños. Imagino también, que así como muchos
amigos, los entonces jóvenes poetas del Grupo Urcututo (ahora con gran madurez), Anita Varela, Percy Vilchez y Carlos Reyes, le recuerdan con mucho respeto y admiración, pues reconocidamente era un maestro en cuanto momento era requerido, para plasmar con perfectas pinceladas lo que daría el contraste preciso y el brillo concluyente al cuadro poético del alumno.

Según da cuenta su hijo Hernán, consuetudinario convidado a las tertulias y bohemias en donde muchísimas veces compartían Germán Lequerica y el poeta Cesar Calvo, las más de las veces, a pedido expreso de Cesar Calvo Soriano, Lequerica tomaba el lapicero y ensayaba sobre el papel bulky inspiradas líneas, que luego de terminadas, Calvo las tomaba como por asalto para declamarlas a viva voz. Finalmente, luego de repasar con su penetrante mirada a todos los ojos de los presentes recibía un baño de aplausos de celebración del acto de lectura. Luego, con la sutileza de un prestidigitador, presuroso guardaba el poema en alguno de sus bolsillos atesorándolo celosamente como trofeo, cual fanático admirador de la poesía de Germán.

Hernán Lequerica Chiong, quien en la actualidad se encuentra abocado a la recopilación y digitación de la poesía inédita que nos dejó Germán en sendos escritos y manuscritos, comenta que aquellos poemas guardados por Cesar Calvo, por razones obvias tendrían que clasificarse como desaparecidos e irrecuperables, pues lamentablemente ni Lequerica ni Calvo pueden ya dar razón del paradero de éstos.

En 1993, al publicar
Luis Hernán Ramírez
su poemario Gloriosa Gota Pura, rescata el poema Ved Poeta en calidad de colofón y en donde Luis Hernán comenta verbalmente expresando: Germán es un genio en la poesía, esta creación titulada “Ved Poeta” que incluyo en mi obra, lo escribió en Lima el 11 de septiembre de 1962, en breves minutos al visitarme, dándome con la sorpresa de mostrar una poesía hermosa y original.

Así fue que, aquella noche del 10 de septiembre de 1999, pasadas las diez, Germán tomó un respiro, y con una breve-seria sonrisa miró fijamente a
Sui-Yun, quien a través de un raro-húmedo estremecimiento y casi desvanecimiento, percibió y sintió en esos momentos el fulgor de la inspiración en los ojos del vate. Germán afiló sus mostachos con los dedos, tomó su lapicero, y de un soplo, en sólo instantes, mientras era acompañado por el emocionado silencio de la poetisa quien posiblemente aguantaba la respiración, había ya manifestado y materializado su creación, pues tenía ya en el papel el “borrador” del poema. Ahí mismo se lo dio a leer a Sui-Yun, y ella exclamó emocionada que estaba genial, que no había nada que agregar ni quitar y que ya mismo se lo llevaba. Entonces Germán, cauto, le dijo que todavía no, que lo tenia que leer de nuevo y a ver si le ponía algunas comas y uno que otro puntito. La protesta de Sui-Yun fue enérgica y dijo que de ningún modo iba a desprenderse del papel, el cual lo tenia abrazado al pecho. Finalmente Germán, sin tener que recurrir a hipnotismo alguno (o tal vez si), logró convencerle, prometiéndole que se lo iba a enviar inmediatamente a su correo electrónico y que lo tendría en bandeja de entrada antes de que ella pisara suelo alemán. Sui-Yun se despidió, con un tufillo de desconfianza, pero con el cien por ciento de esperanza del cumplimiento de la nueva promesa, confiando en que esta vez hubo presencia de un testigo.

Apenas se escuchó la partida del motocarro que llevaba de regreso a la poetisa, en ese mismo instante Germán me entregó el poema para digitarlo en el procesador de textos de mi computadora. Y los “¿algunas comas y uno que otro puntito?”, me di cuenta entonces que Germán no aumentaría ni tacharía una sola letra ni agregaría un sólo caracter más. El poema quedó tal cual lo había leído
Sui-Yun.

Al otro día en la mañana, ya digitado, le entregué el poema impreso a Germán para que revisase posibles errores de tipeo
. En ese momento, pasada la revisión y aprobación, por única vez escuché a Germán leer “Ahasverus”. Fue irrepetible, le impregnó aquel mismo sentimiento y aquella fuerza que le hizo escribirlo, y luego de recitar la última estrofa: “Después que haya pasado me sumaré a su sombra/y erraré junto a él, sin deseos, sin esperanza alguna./Con los pies en el aire, libre al fin, cumpliré sin saberlo/mi destino de larva/de papel.”, se le nublaron los ojos y se quedó en silencio.


Al rato fuimos a mi casa, y personalmente, con el cuidado y la compañía de Germán, me encargué de hacerle llegar a la poetisa, vía email, el archivo electrónico conteniendo “Ahasverus”.