miércoles, 11 de junio de 2008

LOS OJOS DEL MAS ALLA

Por: Juan Saavedra Andaluz

A veces aparecen brillantes en la oscuridad de los bosques amazónicos. Otras veces en los ríos, cerca a las playas o en ellas mismas, flotando hasta la llegada de los primeros rayos del sol.

Los ribereños hablan de ellos como "los ojos del más allá".

Dicen que no son de este mundo y quieren estar a­lejados de todo contacto humano.

Los "ojos del más allá" son del tamaño aparente de la luna llena.

Son esferas brillantes, de luz blanca intensa que visto de otro modo, sugieren una alta concentración de energía.

Vi esto por primera vez en abril de 1,965. El esce­nario fue una playa central (Chaupi Playa) en el río Na­po.

Serían las 6.30 de la tarde cuando observé la esfe­ra blanca en la playa. Calculando por la distancia que es­taría suspendida a unos tres metros de altura.

Una noche fui invitado a la casa del gobernador del caserío. Conversamos distintos asuntos hasta que nueva­mente hizo su aparición la esfera luminosa. Le hice en­tonces una pregunta directa: ¿qué es esa esfera que bri­lla en la playa?.

Mi ocasional interlocutor sólo atinó a decirme de manera parca y hasta con un poco de mal humor: "No se meta en eso. Pertenecen a otro mundo".

Me sorprendió la respuesta. Conozco algo a los ribereños y sé que cosas del otro mundo llaman a los espíritus, fantasmas y esas cosas. ¿Fantasmas redondos y luminosos? No tenía sentido.

Durante mucho tiempo yo escuché historias so­bre luces extrañas que aparecen en la selva, en la orilla de los ríos. Los ribereños son testigos de estos fenó­menos, pero les otorgan poca importancia. Casi nun­ca es materia de conversación familiar o de amigos.

Como insistí en saber algo más sobre estas esfe­ras brillantes, solicité al gobernador que me proporcionara un bote motor para ir a la playa.

El gobernador me miró extrañado y dijo: "Le aconsejo que no vaya. Puede no regresar".

Creo que finalmente la actitud del gobernador me infundió temor, pues ya no insistí sobre el asunto.

Mi permanencia en el río Napo se prolongó por es­pacio de cinco meses. Me movía con cierta periodicidad de un caserío a otro trabajando material periodís­tico para un diario. Y en distintos lugares, siempre al comenzar lar noche, pude observar este fenómeno. A veces estaban allí dos o tres esferas brillantes. Pi­có mi curiosidad el hecho de que todos los ribereños asumían la misma actitud frente al fenómeno: nadie quería acercársele ni nada por el estilo.

De tanto preguntar a uno y otro ribereño, re­cibí algunas contestaciones poco claras, como estas: "Esas esferas son ojos que nos observan desde puntos distintos, pero sólo en determinados meses del año. Especialmente aparecen en verano. En invierno (período de lluvias en la Amazonía) se los ve muy rara vez".

Y otro me dijo algo más sorprendente :"Tienen vida. Esos ojos brillantes hablan. Cuando los viajeros pa­san muy cerca de la playa y paran por un momento, es­cuchan voces extrañas que no se entiende".

"Estos ojos no son de este mundo".

Pero, ¿de qué mundo son y qué hacen aquí? ¿Ojos del más allá, autómatas que espían largas temporadas sin ser molestados? ¿Energía cósmica concentrada? ¿Espe­jismos o alguna forma de vida desconocida? Puede ser cualquiera de estas cosas o algo distinto. Lo real es que nadie ha intentado acercarse a estos "ojos" y ver de cer­ca de qué están hechos.

De momento, sólo nos deja la impresión de que es­tamos constantemente vigilados. La ubicación que to­man puede ser estratégica y parecen cubrir toda la Ama­zonía.

No existen referencias de que estos "ojos" hayan hostilizado a alguien. Aparentemente no hacen bien ni mal. Están allí solitarios e indiferentes.

Lo curioso de este fenómeno es su falta de movi­miento. Las veces que hice observaciones, en ocasiones muy de cerca, no más allá de un centenar de metros, pude fijarme que permanecen inmóviles.

Hay otro detalle que debe tener una gran impor­tancia: todas las esferas son blancas, de brillo intenso y del mismo tamaño. He observado hasta tres esferas juntas y no logré establecer diferencia alguna.

Este detalle sugiere que son programadas. Si no son formas independientes, tienen que ser necesariamente emitidas por algún medio físico, desde un lugar cercano o lejano, desde la superficie de la tierra o desde el espa­cio.

Nadie ha visto hasta ahora el momento en que hacen su aparición. Cuando de pronto uno mira hacia la playa ya están allí. Sería sumamente interesante tener la oportunidad de ver si la forma se va materializando po­co a poco, de manera progresiva hasta alcanzar el tama­ño aparente que tienen o si se hacen presentes tal como ya fueron observadas.

De ser espejismos u otros fenómenos parecidos, de­bido a cambios de temperatura o simple concentración de energía cósmica, no tendrían el mismo tamaño, la misma forma, el mismo color ni se caracterizarían todas las esferas por su carencia de movimiento.

Concluyendo, podemos decir que el espacio exte­rior en realidad nos es desconocido. De la misma manera que mirando la superficie del mar o del río nadie podría afirmar que los conoce, sucede lo propio con el espacio exterior y hasta con nuestra geografía.

Si estas esferas brillantes u "ojos" del mas allá son realmente emitidas desde algún aparato, bien pueden proceder del fondo del río de cavernas desconocidas o de cualquier otro punto de la Tierra.

Pueden ser los "ojos" del más allá, igual que ojos de aquí mismo.