Para Carlín la experiencia era, según sus propias palabras . . . ¡fascinante!.
Su contacto con esta vivificante floresta era único. Y esta exuberante naturaleza, en la que ni el propio Bill Gates durante su reciente visita al Perú llegó a sumergirse en su mágico influjo, dejaba sentir su telúrico poder de transmutación de la energía en cada célula del artista.
Lando, me dijo, cómo haría para llevar a Lima, en mis pulmones, una buena reserva de este fresco y cristalino oxígeno.
Al bajar del bote deslizador en el pequeño puerto del serpentario del Río Momón, de pronto pensamos que habíamos cruzado sin darnos cuenta a alguna otra shamánica dimensión libre de tiempo y espacio. Posiblemente así haya sido. Grata la sorpresa. Se redondeaba la experiencia. Alli estaba ella.
Carlín me confesó que no sabía que esta encantadora sirena era natural de Iquitos.
Así, con gran disposición, Claudia aceptó iluminar las digitales impresiones del recuerdo.
Y la Portocarrero, la “ñañita”, imprimió su bien proporcionada generosidad en aquellos fotogramas de la historia con el más amplio caricaturista del Perú.
martes, 26 de junio de 2007
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